Ayer fue una tarde tranquila, bueno, todo lo tranquila que se puede tener un turno en la UCI.
No hubo ningún problema ni ningún susto con el que correr, por lo que tuvimos algo más de tiempo para hacer cosas o para entrar a ver técnicas que todavía no habíamos visto, como la colocación de un tubo de tórax.
Lo del tubo de tórax lo comentaré más adelante en otro blog, pero el de hoy lo quiero dedicar a una de las pacientes que llevo.
Ya que tuvimos más tiempo, aproveché para acercarme al BOX3. En el hay una paciente que está consciente y orientada, por lo que se puede hablar con ella perfectamente.
En el parte que nos contaron los enfermeros de la mañana nos dijeron que había que retirarle la vía arterial, pero que no habían sido capaces porque la señora se quejaba de que el manguito de la tensión le apretaba muchísimo. Que prefería tenerla puesta y que la controlasemos así.
También nos dijeron que se le había pautado cama-sillón, pero que habían intentado levantarla y a los 10 minutos se quejó de sentir mareo y la volvieron a tumbar en la cama.
Cuando me acerqué a constantear a la paciente me preguntó cómo la veía, si mejor o peor. Yo le pregunté cómo se encontraba ella, a lo que me contestó que se encontraba algo mejor.
Le dije que eso era todo lo que tenía que importarle, que si se encontraba mejor sería porque iba bien. Y aproveché para decirle que teníamos que intentar sentarla en el sillón un ratito a ver qué tal, a lo que puso mala cara y me dijo que no quería, que se mareaba y lo pasaba muy mal. Intenté hacerle cambiar de opinión porque creo que, si la sentamos y va con idea de que se va a encontrar mal y se va a marear, al final es lo que va a pasar.
Le dije que había que ir intentando sentarse cada día y ver hasta dónde va tolerándolo el cuerpo, que cada día sería un poquito más. Y que tenía que tener en cuenta también que cada día su cuerpo mejora, y que cada día estará más a gusto sentada sin tener problemas de mareo.
Finalmente la paciente me dijo que tenía razón, que lo iba a intentar.
Cuando la sentamos nos quedamos un ratito con ella porque aprovechamos ese momento para quitarle la vía arterial y estuvimos hablando, así estaba entretenida.
Al terminar, nos fuimos al control y vi que ya quedaba poquito para que entrasen los familiares, así que me volví a la habitación a seguir hablando con la paciente hasta que entrasen a verla. Pensé que hablando y estando ocupada se acordaría menos del cansancio de estar sentada.
Me estuvo contando un montón de cosas sobre su familia: sus hijos, sus nietos, cómo la acompañaban todos los días y que en la planta siempre había alguien con ella, que nunca la dejaban sola. Cuando nos quisimos dar cuenta ya entraban los familiares, así que la deje con su familia, todavía sentada en el sillón durante una hora más.
Al irse nos pidió que la tumbásemos, que ya estaba algo cansada. Yo me sentí muy bien porque aguantó cerca de dos horas sin quejarse y sin mal estar.
He mirado algunas cosas que se han escrito sobre lo que se siente en la UCI y he encontrado el siguiente artículo:
* Beltrán Salazar Óscar Alberto. La unidad de cuidado intensivo, un lugar para quedarse solo. Invest. educ. enferm [serial on the Internet]. 2009 Mar [cited 2013 Mar 14] ; 27(1): 34-45. Available from: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-53072009000100003&lng=en.
Es un estudio sobre lo que sienten los pacientes en una Unidad de Cuidados Intensivos. Me fijé que de lo que más les importa es la soledad que sienten en esta unidad; quizá creía que el propio estado de salud era lo que más tenían presente, y en realidad le dan mucha importancia a no tener con qien hablar.
El estar todo el día sin nada que hacer, sin nadie con quien hablar, escuchando ruidos raros de bombas y máquinas.
Poniéndome en su lugar creo que debe ser horrible sentirte tan aislado y el aburrimiento del día a día.
Por eso me he dado cuenta de lo importantes que podemos ser para los pacientes que están ingresados, que el simple hecho de hablar con ellos un poquito cuando vamos a constantear, o pasarnos cinco minutos que tengamos libres a preguntarles cómo se encuentran es lo que marca la diferencia, y ellos lo agradecen mucho.
Cuando me acerqué a tomar las constantes de última hora, la paciente estaba algo destapada en la zona de los hombros y fui a taparla. Me dio las gracias y me dijo: "Que Dios te lo pague". Para mí eso fue como la manera de agradecerme que ayer le dedicase esos ratos, que hablase con ella.
Ayer me fui muy contenta, y espero poder seguir ayudando a los pacientes a sentirse menos solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario