En la entrada anterior hablé un poco de la soledad que sienten los pacientes que ingresan en la UCI y de la importancia de que hablásemos de vez en cuando con ellos para no sentirse así.
Hoy voy a hablar de algo parecido, de la soledad que sienten pero llevada al extremo: voy a hablar de los pacientes aislados.
Últimamente hay muchos pacientes aislados en la unidad, y la verdad es que significa un aumento de tiempo de atención bastante grande. La carga de trabajo aumenta, ya que el simple hecho de vestirte y desvestirte cada vez que entras a una habitación es muy cansado (sobre todo teniendo en cuenta que se entra como mucho cada hora a constantear mínimo), además del gasto sanitario en material que conlleva.
Lo normal es pensar que al llegar a la unidad y ver tantos aislados, el personal se desanime por el trabajo que conllevan (a mí, personalmente, me da mucha pereza el vestirme y desvestirme cada vez que paso a ver a un aislado), en cambio no nos solemos parar a pensar en lo que supone el aislamiento para el propio paciente.
Durante estas semanas he escuchado a los pacientes quejarse de lo duro que es estar en la UCI porque no pueden hacer nada: no hay nada para entretenerse como una televisión, sus familiares solo tienen una hora por la mañana y otra hora por la tarde de visita... Y los pacientes se aburren.
Tiene que ser duro pasar el día entero prácticamente solo y sin nada que hacer. Que se te junte el día con la noche y solo puedas dormir, pensar o cruzar un par de palabras con el personal sanitario cuando pasan a la habitación a constantear, asearte o cambiarte de postura(y eso solo en el caso de que seas un paciente que pueda hablar).
Si yo fuese paciente de la UCI estaría muy triste y apática porque odio estar sola, y me imagino que habrá mucha gente como yo. De todos modos no es estar solo completamente porque ves al personal a través de los cristales, les escuchas hablar porque la puerta está abierta, pasan a la habitación a cuidarte...
Esta última semana me he planteado el caso de llevar esta sensación a otro nivel más alto:
Hay un paciente en la unidad que lleva ingresado unos 4 meses ya. La semana pasada se le aisló y el paciente cambió. Se puso muy triste y llegó a llorar por el aislamiento.
Este hombre me ha hecho pensar en lo que supone el aislamiento para el paciente.
En momento en que te aislan la soledad se multiplica, y me llama la atención porque, en realidad, lo único que cambia es que las habitaciones permanecen con la puerta cerrada. Siguen viéndonos igual detrás del cristal y seguimos trabajando igual con ellos, a pesar de que nos tenemos quue colocar mascarilla y bata.
Quizá lo que para nosotros es una simple puerta para los pacientes es todo un mundo, su vía de comunicación con los demás. Es la manera de ver que no estás solo, si no que escuchas al personal hablar, reirse... y no solo les observas detrás de un cristal, como si tu no pertenecieras a ese mundo. Además, el entrar a la habitación tan tapados debe ser raro para el paciente, como impersonal. Con la mascarilla no sabes quién te habla, y ver a gente así vestida debe ser incluso desagradable, y más sabiendo que se visten así porque algo te pasa.
Tras toda esta reflexión he llegado a la conclusión de que llevar un paciente aislado es una gran carga de trabajo pero no tanto por el hecho de vestirnos, desvestirnos... si no por el propio paciente. Porque la mayoría del trabajo lo tenemos con él, ya que hay que hacer especial hincapié en hablar con ellos y hacer que se sientan acompañados. Porque aun que son los que más carga de trabajo tienen, también son los que más nos necesitan.
Quizá lo que para nosotros es una simple puerta para los pacientes es todo un mundo, su vía de comunicación con los demás. Es la manera de ver que no estás solo, si no que escuchas al personal hablar, reirse... y no solo les observas detrás de un cristal, como si tu no pertenecieras a ese mundo. Además, el entrar a la habitación tan tapados debe ser raro para el paciente, como impersonal. Con la mascarilla no sabes quién te habla, y ver a gente así vestida debe ser incluso desagradable, y más sabiendo que se visten así porque algo te pasa.
Tras toda esta reflexión he llegado a la conclusión de que llevar un paciente aislado es una gran carga de trabajo pero no tanto por el hecho de vestirnos, desvestirnos... si no por el propio paciente. Porque la mayoría del trabajo lo tenemos con él, ya que hay que hacer especial hincapié en hablar con ellos y hacer que se sientan acompañados. Porque aun que son los que más carga de trabajo tienen, también son los que más nos necesitan.
Hola Sara,
ResponderEliminar¿Cómo crees que podemos ayudar a nuestros pacientes a sentirse mejor? No podemos evitar el aislamienyo, sobre todo por el bien de los demás, pero se te ocurre alguna forma de hacerlo más llevadero?